Solía matar perros.
Es innegable, más allá de mi memoria o de mi orgullo.
Desde entonces fui para ellos el mata-perros.
Lo asumí, pero se encargaron de recordarme mi costumbre "por mi bien".
Me ayudó, hasta que me dí cuenta de que ya no sabía distinguir si estaba matando perros o clavando clavos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario